El ser humano ha evolucionado a lo largo de miles de años, creando una sociedad y una cultura que hoy en día nos marca por completo. Pero en el fondo seguimos siendo animales, con instintos, con impulsos que también nos marcan mucho, aunque pensemos lo contrario. El deseo sexual, por ejemplo, es un mecanismo que está grabado a fuego en nuestros genes, al igual que en la inmensa mayoría de especies. La naturaleza nos pone aquí para reproducirnos, siendo esta una de nuestras funciones vitales, al menos a nivel biológico. Evidentemente, a estas alturas la sociedad y la cultura han canalizado todo este deseo sexual a través de ciertas normas y conceptos. Pero sigue estando ahí, como un ramalazo intenso cuando vemos a alguien que nos gusta, como un chispazo eléctrico cuando volvemos a sentir ese deseo. Es algo que nos nace de dentro y que muchas veces no podemos explicar, aunque aprendemos a controlar… hasta cierto punto. La atracción sexual es un mecanismo natural para asegurarnos la propia reproducción de nuestra especie.
Necesitamos sentirnos atraídos, a nivel físico y biológico, por otras personas con las que podamos tener descendencia. Sin embargo, la atracción también ocurre entre personas del mismo sexo que obviamente no pueden reproducirse entre sí. ¿Cómo se explica esto? La naturaleza también cuenta con especies homosexuales entre los diferentes animales, no es algo exclusivo del ser humano. Digamos que la función biológica de la reproducción es muy potente, pero no es determinante hasta el punto de marcar nuestra propia orientación sexual. De hecho, la atracción sexual es algo inconsciente, aunque como todos nuestros impulsos, luego puede ser racionalizado. Por ejemplo, tener cierta predilección por mujeres rubias, o por hombres muy altos. Hay ciertas explicaciones biológicas a esos gustos, a lo que nos resulta atractivo en los demás, ya que nuestro cerebro más primario busca a los “mejores ejemplares”. Todo resulta muy arcaico visto desde nuestra perspectiva moderna, pero al fin y al cabo no podemos apartar este tipo de impulsos de nuestra vida, porque estaríamos reprimiendo. Es mejor conocerlos, entenderlos y saber cómo afrontarlos para tener una atracción mucho más espontánea y natural.
El deseo de gozar con alguien
¿Cómo podríamos definir la atracción sexual? Es una especie de energía que nace de lo más profundo de nuestro ser, como una carga eléctrica que, de hecho, no controlamos. Ese impulso está vivo por sí mismo y no tiene nada que ver con nuestra parte racional o consciente. Nos sentimos atraídos por alguien por múltiples razones que pueden ir desde su propio atractivo físico a su función dentro de la sociedad, su voz o su forma de moverse.
La atracción sexual conlleva también un deseo implícito por disfrutar de esa persona en el terreno amoroso y morboso. Es decir, no es una simple admiración hacia alguien que nos resulte atractivo, sino una chispa que puede encender el verdadero deseo sexual. Podemos sentirnos atraídos por personas de todo tipo y edad, e incluso por hombres y mujeres a la vez. Será decisión nuestra canalizar ese deseo hacia algo más físico y real.
Un instinto muy primario y natural
Cuando pensamos en la atracción siempre tendemos a racionalizarla, porque es algo que el ser humano hace con todo lo que ocurre a su alrededor. Somos seres inteligentes y necesitamos dar una razón a todo, incluyendo sentimientos y emociones que tienen poco que ver con las ideas. De hecho, apenas se nos enseña a separar lo que es metal de lo que es emocional, aunque muchas veces todo esté relacionado. El instinto de atracción es muy similar al instinto de supervivencia que nos hace alejarnos de animales peligrosos, o tener miedo a las alturas. Es algo que no hace falta explicar porque llega como un impulso, aunque luego podamos canalizarlo. De hecho, todos tenemos ese instinto de atracción a los demás, incluso las personas asexuales o aquellas que han decidido no tener relaciones.
La asexualidad podría ser tomada como una alternativa, aunque muchos asexuales simplemente cargan con traumas que les impiden desarrollar una vida sexual plena, algo muy sano para cualquier persona. Los sacerdotes católicos que hacen voto de castidad, por ejemplo, tienen que refrenar ese impulso de atracción. No es que no lo posean, es que deciden, por su propia cuenta, frenarlo en tanto que sea posible. Es un instinto natural que nos empuja a tener relaciones con otras personas que nos puedan resultar atractivas, para así asegurar también la especie. La atracción sexual no se refiere, por ejemplo, al enamoramiento, a quedar prendados de la forma de ser de alguien. Es algo mucho más básico, pero igualmente determinante a la hora de comenzar una relación.
Las circunstancias también cuentan
Y aunque el impulso viva por sí mismo y esté en nuestro interior de una manera primaria y natural, lo que hay a nuestro alrededor también importa. El ser humano es un ser social que vive dentro de un sistema determinado, con una cultura muy clara que marca muchas de sus rutinas y pensamientos. Esto hace que, por ejemplo, haya personas que no se sientan atraídas por aquellas que todos consideran “deseables” y buscan alternativas menos populares.
Esto también genera, por fortuna, otro tipo de relaciones, ya que sería un desastre si todos nos fijásemos solo en las mismas personas. Nuestro bagaje cultural y vital también influye muchísimo en esa atracción, incluso nuestra crianza. De ahí que en muchos casos se diga que hombres y mujeres acaban enamorándose y fijándose en personas muy parecidas a sus padres.
Cómo atraer a los demás
Siendo la atracción sexual un impulso involuntario y primario, ¿cómo podemos conseguir que otros la sientan por nosotros? En principio, estoy sería imposible, dado que no podemos marcar el camino hacia esa atracción. De hecho, si nos ceñimos a lo comentado anteriormente, sería algo totalmente irracional que no podríamos explicar. Sin embargo, las personas solemos tener también patrones de conducta incluso de forma inconsciente, más con temas como la atracción sexual. Esto significa que podemos resultar más atractivos a otra persona si nos fijamos en la gente que le atrae. Los casos más claros son los hombres altos, fuertes y con barba, que suelen ser más llamativos que los bajos, delgados y sin vello.
No llamarás la atención de todas las chicas con esas características, pero es casi seguro que abrirás mucho tu abanico de posibilidades. Hay diversos factores, más allá del físico, que también suelen atraer mucho a hombres y mujeres por igual. La seguridad en uno mismo, por ejemplo, es algo que siempre llama la atención. El mostrarnos como personas seguras, decididas, que toman las riendas de su vida, hace que los demás se fijen mucho en nosotros, porque buscan a alguien así. Una higiene cuidada es también muy importante para atraer a los demás. El sentido del olfato, por ejemplo, puede ser crucial a la hora de conectar con la parte más inconsciente de sus cerebros. Oler bien es un plus muy importante para conseguir atraer tanto a chicos como a chicas. Y por supuesto, no tratar de aparentar, ser nosotros mismos, porque de esa manera podremos atraer a gente a la que realmente les gustemos por lo que somos.